El autor de La isla del tesoro nos ha acompañado durante todo un año y gracias a él hemos podido revivir nuestras propias aventuras de piratas en el verano que ya pasó. Desde estas páginas tuvimos también la oportunidad de conocer un poco más al autor y a su obra pero ahora, cuando el motivo que nos moverá el año que viene está llamando a la puerta, toca decirle adiós a un personaje tan entrañable.
Además de un genio literario, Stevenson fue siempre un defensor de la libertad del individuo que insistió en destacar el valor de vivir la propia vida con una honesta independencia de modas y usos sociales: libros sí, pero levantando la vista de ellos para aprender del ajetreo de las calles; dedicación también, pero sin que llegue a arrebatarnos la alegría con la que hemos de celebrar el ver cada nuevo día.
A la obligación de ser feliz uno mismo unió además el escocés el imperativo de no amargar a los demás, enseñanza muy valiosa, por cierto: «Es mejor ser arruinado de repente por un sobrino díscolo, que diariamente martirizado por un tío malhumorado», dice en su Defensa de los ociosos.
Vamos a echar mucho de menos un tipo tan sabio.