No todos los mensajes secretos pueden ser comunicados al oído de nuestros amigos o con una notita colada discretamente en su bolsillo. La gravedad de la información que tenemos que comunicar, la distancia a la que se encuentra el receptor o el peligro que podríamos correr si fuesen reveladas nuestras intenciones son razones suficientes para inventar un código oculto para los demás.
Ya en la antigüedad la escritura comenzó sirviendo de código secreto pues se suponía que no todo el mundo podía tener acceso a las reglas que permitían interpretar sus signos. Pero la gente resultó ser demasiado lista y hubo que darle una vuelta de tuerca a esto de no hacerse entender fácilmente.
Desde la «escítala» de los espartanos hasta los potentes programas de cifrado de nuestros días, pasando entre otros por los esfuerzos de Turing por descifrar las órdenes que los nazis enviaban a sus submarinos con ayuda de la encriptadora «Enigma», se ha recorrido un largo camino que pone a prueba las mentes de quienes hoy y siempre deben ocultar información restringida.
La cábala, las runas, las cartas del tarot, las series numéricas, los lenguajes de signos, las marcas en los caminos, los idiomas invertidos,… ¿cuántos mensajes no pasarán desapercibidos cada día ante nosotros?, ¿y cuántos no lo harán precisamente porque no sabemos que lo son, porque ni estamos en el juego de quienes se comunican ocultamente, ni hacemos el intento de participar en él? Atentos.