Antiguamente se creía que más allá del sol había una bóveda perforada con miles de agujeros y que por las noches, cuando el sol se ocultaba por el occidente, una luz súperbrillante y sutilísima que llenaba el espacio tras la bóveda, se colaba por aquellos agujeritos y así era como el cielo se iluminaba con sus estrellas.
Muy pocos temas resultan tan enigmáticos como el universo, fuente inagotable tanto de leyendas como de teorías científicas. La admiración de su imponente belleza tiene la exclusiva característica de venir seguida de preguntas dificilísimas de contestar (¿de dónde ha salido todo eso? ¿cuántas estrellas hay en el cielo? ¿dónde se termina el universo? ¿habrá alguien más ahí arriba?…) 
Poder contemplar el cielo estrellado una buena noche de verano, lejos de las luces de la ciudad, supone un placer enorme que abre las puertas al disfrute del espectáculo de la naturaleza y finalmente al orgullo de formar parte de todo esto.
Por cierto, en esta imagen sale nuestro planeta Tierra metidito en nuestra galaxia, arriba a la derecha, lo que pasa es que es muy pequeño y no se ve.