En otro tiempo, cuando no todos los rincones del planeta eran conocidos, existieron grandes enigmas geográficos que pusieron en marcha a algunas personas valientes y decididas cuyo espíritu de aventura estaba por encima de los peligros evidentes y de los desconocidos. ¿Era La Tierra redonda? ¿Merecería la pena ir de Venecia a la China para hacer la compra?¿Podía viajarse a los polos y volver templado para contarlo? ¿Dónde carajo nacía el río Nilo?
El explorador o la exploradora luchan duramente contra las dificultades de la travesía pero avanzan fuertemente motivados por la pregunta que han salido a responder. Cuando al innegable mérito de haber sido el primero en algo, se une el placer de poder ofrecer al mundo entero la respuesta a un misterio que inquietó a muchos, el gozo experimentado por estos héroes y heroínas tiene que rebosar por todos los poros de su piel.
En nuestros días, podemos decir que explorar pequeños espacios naturales desconocidos por nosotros abandonando la seguridad de lo doméstico, no sólo afina nuestros sentidos y fortalece nuestro cuerpo, sino que constituye además, para grandes y pequeños, una fuente de satisfacción, de orgullo y de alegría que ayuda a disfrutar realmente de la vida.