Hablando de caídas, leves y sin mayores consecuencias, llama la atención que un suceso tan poco deseado por cualquiera y que generalmente lleva asociado algo de daño físico pueda ser uno de los motivos más recurrentes de risa, presente en infinidad de comedias y tiras cómicas.
El cuerpo pierde su estado de equilibrio habitual, rompe súbitamente el curso esperado de la escena en la que se desenvuelve y de forma llamativa termina en el suelo en postura o condiciones originales, pues hay que decir que la variedad de caídas habidas y por haber es inmensamente amplio y aunque pueden establecerse géneros y categorías hemos de afirmar que igual que no hay dos personas iguales tampoco hay dos caídas idénticas.
Está prescrita una cierta solidaridad con aquel que se cae para que la carcajada no contribuya a amplificar el dolor de aquél, añadiendo la vergüenza por el espectáculo ofrecido. La naturalidad con la que ponemos mayor o menor acento en el dolor o en el «espectáculo» separa al niño del adulto, siendo prácticamente imposible para cualquier niño o niña (o para quien aún los conserve dentro), no reírse ante una aparatosa caída.
Algunas caídas, las nuestras, nos ofrecen además una doble oportunidad: la de reírnos de nosotros mismos y así aprender a quitarnos un poco de importancia y la de levantarnos ligeros, que es mérito del que se cae si es valiente.
Aquí os dejamos una perlita: http://www.youtube.com/watch?v=Ag8j7gNxtkc