Hace pocos días fue noticia el arquitecto Frank Gehry por un mal gesto durante una rueda de prensa. El arquitecto, premiado en Oviedo con el galardón asturiano de las Artes, envió una peineta (dedo corazón al cielo) a quienes etiquetan su trabajo como arquitectura del espectáculo.
Parece una actitud excesiva si se piensa en los cientos o miles de personas que a los pies de alguna de sus grandes obras (el Museo Guggenheim de Bilbao, la Casa Danzante de Praga o la Sala de Conciertos Walt Disney de Los Ángeles entre otras muchas), habrán reconocido estar efectivamente ante todo un espectáculo.
Lo que al premiado seguramente no le hace gracia es que le critiquen que se recree en las formas olvidando la función de los edificios que se le encargan, buscando únicamente la belleza plástica que soporta el lucimiento de un artista.
Luego Gehry descalificó el 98% de lo que se construye y se diseña en nuestros tiempos, sin sentido del diseño y falto de humanidad. Quizás le faltó decir, sin la ambición de ofrecer un gran espectáculo.