El cometa Churyumov-Gerasimenko, no es ningún niño de 10 años. Es un objeto celeste de forma apatatada y unos 5 klm de diámetro al que el miércoles pasado, día 12, se subió una pequeña sonda espacial (Philae) que se había enviado desde La Tierra hace 10 años a bordo de la nave Rosetta.
El astro se encuentra en algún lugar entre Marte y Júpiter a una burrada de Kilómetros viajando a una burrada todavía mas grande de kilómetros por hora, así que la operación viene a ser como posar una lenteja sobre una bala disparada por un cañón.
Es verdad que cuando estos días hemos visto las fotos del «acometaje» todo parecía sencillo, pero hay que pensar en las horas de trabajo, de estudio y de dedicación que conlleva una hazaña así para poder disfrutar del espectáculo ofrecido por aquellas cámaras remotas en toda su extensión.
La sonda y el astro viajan ahora juntos en dirección al sol. La máquina enviará datos a contrarreloj que quizás nos digan de dónde venimos o si podemos tener vecinos ahí afuera. El cometa se irá calentando poco a poco y quizás dentro de unos años nos deje ver su cabellera blanca alguna noche despejada.