Un turno que se acaba y un adiós entre triste y amargo. En el ateneo cumplimos por primera vez este verano con nuestra tradición de dar 100 besos en la despedida, un momento que emociona a muchos y satisface a todos.
Por la noche todo culmina en el fuego de campamento en el que el Capitós nos habló, con todo el sentimiento, sobre la oportunidad que a todos nos brinda el campamento de sacar lo mejor y lo más particular de cada uno y cada una de nosotros. Algo muy grande que nos ayuda a hacernos mayores y a disfrutar de estos días.