Se podría conocer a alguien por su leyenda favorita en la que aparezcan montañas. El coleccionista de mitos recordará el Cáucaso de Prometeo, el Ararat de Noé o la travesía andina de la Serpiente Emplumada convertida en hormiga para traer el arroz a los hombres.
El espíritu romántico soñará que llega a Shangri-La tras penetrar cordilleras tan bellas como peligrosas y que allí vive eternamente joven y feliz, y el aventurero curioso querría encontrar al Yeti habitando plácidamente su paraíso de frío y ventiscas heladoras.
El deportista global apreciará el mérito enorme de los conquistadores de la montaña más alta del planeta cuando se escalaba con pantalones de pana y botas de cuero y el defensor de su tierra narrará la primera ascensión a la montaña local que amenazaba con ser conquistada por un advenedizo.
El amante de las montañas, ya sea deportista, viajero o estudioso de sofá, conoce nombres, fechas, lugares, proezas, curiosidades y acciones heroicas: qué más se puede pedir cuando se trata de escuchar una sabrosa leyenda.