La leyenda es de todos conocida. El rey de Creta, Minos, había encerrado en el laberinto a su arquitecto, Dédalo, y a Ìcaro su hijo. Parece ser que el rey se había enfadado mucho con su arquitecto porque éste había inspirado a la joven Ariadna la manera de hacer llegar a su amado Teseo hasta el Minotauro y poder regresar al exterior tras darle muerte.
El caso es que al ingenioso Dédalo se le ocurrió salir volando del laberinto utilizando unas alas construidas con plumas unidas con cera. De esta manera padre e hijo abandonaron la laberíntica trampa añadiendo al placer de su libertad el de volar. Ícaro gozaba tanto con todo ello que desoyó la advertencia de su padre de no aproximarse demasiado al sol y el astro acabó deshaciendo la cera de las alas, terminando con el vuelo del hijo imprudente que cayó al mar.
El ser humano ha inventado cientos de aparatos prodigiosos que han cambiado su forma de estar en el mundo y le han permitido experiencias fabulosas. El coche puede que sea el más popular de cuantos rompen las barreras naturales de su movimiento. Como en el caso de Ícaro el invento nos hace al mismo más frágiles y nos obliga a ser más prudentes.
Hoy empieza la primavera y para muchos también unos días de vacaciones. Si has decidido salir de casa para descansar, disfrutar o para hacer algo diferente ¡feliz viaje!.