Más de mil millones de personas hacen turismo internacional cada año. Las consecuencias de este movimiento humano en la economía, la cultura y el entorno de los países de destino (que son casi todos) son enormes. Por eso las Naciones Unidas han declarado 2017 Año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo.
El turista sale efectivamente a dar una vuelta: ve, prueba, escucha, disfruta, aprende, descubre y vuelve. Parece que el viajero, aquel que siempre está marchando y se diría que nunca está de vuelta del todo, le mira un poco por encima del hombro, pero ambos tienen alma de ciudadano del mundo y deben asumir las responsabilidades de su condición peregrina.
Y la primera de esas responsabilidades es cuidar de los sitios por donde se pisa, no dañarlos ni consumirlos, ni intentar cambiar a sus gentes y sí colaborar en la medida de lo posible para que la vida aquí o allá mejore, o al menos siga como es, por muchos años. El protocolo de la ONU no lo dice pero viene a ser esto.
Los chicos y chicas que vienen al campamento cada verano son ya promotores de un turismo muy sostenible. Estas son cosas que se aprenden de pequeños y resultan muy valiosas en un mundo bellísimo que merece la pena ser recorrido.