El 9 de noviembre de 1989 caía el muro de Berlín. Tras la Segunda Guerra Mundial los países protagonistas de la victoria se habían repartido el control de Alemania y también el de su capital, Berlín, que quedaba dentro del territorio de influencia de la URSS. Era una especie de isla en un mar soviético en donde las tensiones fueron creciendo a medida que Estados Unidos y Rusia se hacían la guerra sin disparar sus armas: la guerra fría era una guerra de amenazas y de crímenes encubiertos.
La mañana del 13 de agosto de 1961 la República poco-Democrática de Alemania decide aislar con una frontera que se convertirá en alto muro a los habitantes del Berlín Occidental separando familias y amigos y marcando diferencias entre dos forma de vida y dos mundos.
Así vivimos todos hasta que hace 20 años, el esfuerzo de muchos y el signo de los tiempos acabaron abriendo en El Muro una brecha que trajo la unidad al pueblo alemán y a los demás la enorme alegría de sentir que un largo conflicto tocaba a su fin en Alemania, en Europa y en el mundo.
Estos días se nos recuerda que existen otros muros terribles en distintos puntos del planeta pero la celebración de este 20 aniversario invita a pensar que la historia les tiene puesto fecha de caducidad.