Después de un primer día de sensaciones encontradas, por un lado porque siempre resulta un poco tedioso (entrega de documentación, listados, presentaciones, etc.), y por otro, emocionante por el reencuentro con muchas caras que hacía un año que no veíamos, arrancó la segunda jornada con un tiempo que invitaba a vivir el aire libre en toda su intensidad. Parece que los pronósticos anuncian una semana agradable, vamos a ver si aciertan.
El día de playa sirvió para desperezar los cuerpos, aun un poco “aciudadados” –perdóneme Lázaro Carreter-, y para consolidar definitivamente cada grupo de edad.
Siempre hay algún espontáneo ajeno al campamento que, viendo cómo organizamos el baño por grupos, con la corchera, aprovecha y mete a sus chicos dentro del cordón natural que forman los Nhortes, y claro, luego nos parecen más.
Después de distintas construcciones en la arena (y dicen que está mal la construcción, tenían que ver a los Cometas haciendo castillos), juegos por grupos y algún que otro partidillo a todo lo que se juega con una pelota, retornaron a su nueva casa, al campa, para darse una ducha y verse todos las caras en el Ateneo. Por la noche, el cansancio llevó pronto a Chispas y Cometas a dormir, mientras los Zulus disfrutaban de una marcha de rastreo plagada de sustos (cuanto les gusta esto de los sustos, y qué pronto rompen a reir). Los Ecos, en plan mayores, se reunieron en petit comité para hacer un juego de roles, donde cada uno interpretaba a un personaje, algo que no les cuesta nada a esta edad. Mañana comienza la aventura, y aprovechando el buen tiempo iniciaremos la exploración del entorno más cercano; intentaremos dar fe de lo que se cueza tras la ruta.