Todo comienzo encierra una expectativa en torno a lo que creemos que “será”. La especulación se desvanece a medida que el tiempo se va nutriendo de caras, experiencias y vivencias concretas. Así comienza a pasar con los chicos en el campa. A las primeras impresiones le siguen las primeras conversaciones y a estas los primeros juegos. Y en esas estamos. Hoy, una fina lluvia tormentosa, nos invitó al final de la tarde a cumplimentar el programa de actividades con ese tipo de juegos que va dando un pasito más en ese hermoso proceso de irse asentando, acostumbrando al lugar y a las personas que lo comparten con cada uno de nosotros. Así, los Cometas jugaron a “Pasar la frontera”, un divertido juego que obliga a los chavales a hablar, registrarse, negociar, perseguirse… todo eso que, a esta edad, si no media lo lúdico, tanto les cuesta. “Son unos tontos, los chicos; pasan por nuestra cabaña cuando nos estamos cambiando…”espeta una pizpireta Cometilla a sus Nhortes. No son unos tontos, lo que les pasa es que todavía no se les da muy bien establecer vínculos si no hay juego de por medio, o enredo.
A los Zulus ya se les da mejor. Ya andan de chafardeo, de comidillas, de confidencias. No necesitan del juego para establecer los primeros vínculos, así que ellos jugaron a la “Guerra de sexos”, donde, acompañado de una serie de pruebas, los chicos asumen el rol de chicas y viceversa, lo que a buen seguro les ayudará a comprenderse mejor.
Y los Ecos, que ya son unos adultos en ciernes, están capacitados para debatir, opinar, etc. Y los mayorones asistimos encantados a este primer proceso campamental, que siempre es distinto, irrepetible, emocionante. Y ahora dejemos que los días restantes hagan lo demás. Y si es con buen tiempo, mejor.