Aquellos que ayer dejaron atrás los rigores del verano en el interior, al llegar a estas tierras más propensas a la nube y al chaparrón, agradecieron el cambio de emperatura y pudieron disfrutar de un típico día asturiano en el que, sin embargo, la lluvia no hizo acto de presencia hasta la mañana de hoy, en la que sí pudimos comprobar de primera mano en qué consiste el orbayu (orvallo en castellano), esa fina lluvia que acompañó nuestra actividad a lo largo de casi toda la jornada, hasta el Ateneo, asamblea general del campa en la que pudimos disfrutar de esos tardíos rayos de sol que tanto se agradecen después de un día lluvioso. Hay que decir que ni el ánimo ni el entusiasmo de los recién llegados nhorteños decayó un ápice y así, desde por la mañana, en la que fuimos despertados por el vigoroso cuadro de nhortes al canto de: “¡Aunque llueva, aunque moje, el campa no se encoge!”, demostraron un sentido del humor con el que no van a poder fácilmente cuatro gotas de agua. Se aprovechó el día, también, para esas primeras llamadas tan esperadas por padres y familiares, a los que agradecemos como siempre su paciencia y comprensión a la hora de intentar ponerse en contacto con sus hijos. A media tarde, el sol empezó a regalarnos algún que otro guiño entre nube y nube hasta que finalmente los chicos pudieron disfrutar de toda la instalación con normalidad. Mañana, y hasta que el jueves se instale el buen tiempo entre nosotros, dedicaremos el día a varias gincanas superdivertidas y no descartamos alguna primera salida a nuestro entorno más cercano… pero me voy a callar, que eso quiere ser por sorpresa.
Hasta mañana.