La mayor parte de las cosas que aprendemos en el colegio salen de los libros que nos compramos a principios de curso. Son conocimientos «seguros» que personas sin duda muy listas han cocinado y enlatado para nosotros y no se tiene dudas de que nos vayan a sentar bien.
También hay veces, menos, que vamos al laboratorio, al huerto escolar o a sitios así y allí aprendemos otras cosas tocándolas con nuestras manos: es una pena que no vayamos más porque resulta muy divertido aunque alguna vez se rompa un termómetro o no salga el calabacín del tiesto.
Aprender cosas en los libros es una experiencia fantástica que podremos saborear toda nuestra vida. Sin embargo resulta imprescindible incorporar a nuestra educación, de forma decidida y desde edades muy tempranas la pasión por descubrir los secretos del mundo por uno mismo, con sus éxitos y sus fracasos, éso que se llama muy acertadamente la aventura del saber y que no es sino la búsqueda de un gran tesoro.