Son muchas las ocasiones en las que, los más veteranos en nuestros campamentos, pasados los años, asocian su estancia en alguno de nuestros campamentos con una canción o un artista concretos. Una evocación que responde a la banda sonora de nuestra historia.
La música es un elemento fundamental en nuestros campamentos, no sólo por su utilidad articuladora (con ella, huyendo de estridentes silbatos o gritos innecesarios, convocamos a los acampados a distintas actividades cotidianas de cada jornada campamental), sino por su capacidad para crear un ambiente determinado. Es tal su poder, que en ocasiones comprobamos cómo, cuando un grupo de chicos/as es especialmente movido, la elección de la música puede ser determinante para que ese grupo esté especialmente nervioso, o por el contrario, se tranquilice si la elección musical ayuda a ello. Vaya, que cuando un grupo es más nervioso de lo normal, no parece recomendable acompañar sus andanzas con los Sex Pistols, por ejemplo.
La música de un campamento es una responsabilidad que suele recaer en el Rumbo (el monitor que vigila el reloj para que de tiempo a todo), que junto con el Sur y el Capitos, selecciona en cada momento aquellas canciones que envuelven la actividad de cada día… incluso el silencio, a veces, es recomendable para que la única música que se escuche sea la del bullicio de los acampados en pleno apogeo, entre canción y canción.
Pero en nuestros campamentos no sólo adquiere protagonismo la música por lo relatado hasta ahora. Es decir, además de sujetos pasivos, envueltos por esa banda sonora que nos aportan los artistas más reconocidos en cada época, en el Campamento Nhorte adquiere especial protagonismo, también, la parte más creativa de los acampados, que ponen a prueba su talento componiendo distintas canciones que después sirven, en el Ateneo, o en las marchas, o en el autobús, para hacer valer sus señas de identidad grupal. Uno de los momentos más intensos cada día, es la guerra de canciones que en el Ateneo despliega cada grupo de edad, de los más grandes a los más chicos, para reafirmarse como grupo.
No deja de ser curioso que niños/as de muy corta edad tengan problemas para memorizar, a lo largo de todo un curso escolar, distintas listas de las materias que estudian (ríos, provincias, tablas de multiplicar, verbos irregulares, etc,), pero, sin embargo, sean capaces de llevarse a casa, después de sólo diez días, una lista de seis o siete canciones creadas para la ocasión, con letras de más de cinco o seis estrofas. Tal es el poder de la música. Una demostración más de que en un ambiente propicio y valiéndose del elemento lúdico, las capacidades cognitivas de los/as chicos/as crecen exponencialmente.
Todo lo dicho hace de la música un componente esencial en nuestras actividades, y hoy, que nos ha dejado David Bowie, es un buen momento para detenerse a brindarle el reconocimiento que se merece. Artista polifacético y especialmente camaleónico, se convirtió, con el paso del tiempo, en uno de los iconos internacionales del pop/rock del siglo XX y parte de este s.XXI, en el que todavía tuvo tiempo de dejarnos alguna muestra de su inagotable talento. Desde hoy, pasa ya a ser una LEYENDA de la música contemporánea.
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