Las playas veraniegas tal y como las conocemos, llenas de gente que toma el sol sobre la arena y que se baña en el mar nos un invento de poco más de un siglo. Antes las personas tenían demasiado miedo al mar como para introducirse en sus aguas y se confirmaban con admirar el paisaje de los inmensos arenales costeros.
En los libros de historia de Gijón encontramos recuerdos como los de la cuerda a la que, a principios del pasado siglo XX, se agarraban los bañistas para caminar algunos pasos mar adentro con seguridad. También podemos leer que algunos gijoneses ejercían el oficio veraniego de empujar, literalmente, a la gente que llegaba desde el interior atraído pero reticente a la vez ante el ruido y el salpicar de las olas.
Hoy la playa es un espacio abierto al juego, al descanso, a la salud, al deporte y al disfrute en general, en el que se dan cita miles de personas cada verano. En el agua, más allá de la Nivea, sigue la vida marina y tal diversidad de intereses debe ser posible y sostenible.
Algunas playas Europeas reciben la bandera azul que señala la calidad, accesibilidad, seguridad y mimo sobresalientes que las caracterizan: nuestra querida playa de Rodiles, por la que tantos nhorteños pasarán este verano, ya ha recogido, un año más la suya.