El día 10 de diciembre se celebra cada año el Día Internacional de los Derechos Humanos que coincidió con la entrega en Oslo de los Premios Nobel.
El galardonado con el de la Paz fue el disidente chino Liu Xiaobo, de 53 años, un viejo luchador por los derechos humanos en China conocido desde 1989 por su participación en la revuelta de la plaza de Tiananmen, lo que ya le abrió las puertas de la cárcel, que en 2008 firmó con otros 300 intelectuales chinos un manifiesto a favor del respeto de los derechos humanos y de la democratización del país, lo que se las volvió a abrir por 11 años más.
Muchas veces los Premios Nobel levantan polémica y las personas de muchos países (que no de China, por ejemplo) podemos opinar sobre la idoneidad o no de la concesión: hay aplausos, lágrimas en los ojos, críticas de hipocresía, preferencias por otros candidatos, cosas a las que estamos acostumbrados donde se respetan unos ciertos derechos indiscutibles de las personas (que no en China).
El gobierno chino fue crítico desde el primer momento con la designación de Liu Xiaobo y presionó en la medida en que pudo a Noruega para que detuviese la mención, pero el peso del gigante se hizo humo el pasado día 10 cuando el encargado de leer la lista de los premiados se dirigió a una silla vacía y con particular contundencia leyó el nombre esperado a lo que acompañó: «por su lucha no violenta y duradera por defender los derechos humanos».
Una ovación cerrada de todos los asistentes acompañó la declaración.