Todavía recuerdo el primer ordenador personal que tuve, se trataba de un Amstrad al que había que cargar el sistema operativo cada vez que se encendía el aparato si uno quería ver algo más que una pantalla negra. La mayoría de los nhorteños nació con la revolución del Windows 95 que hizo por fin los ordenadores, un objeto fácil de usar para cualquiera que sea capaz de apretar un botón: el misterioso y reservado mundo de la informática quedaba ahora a la distancia de un “click” por obra y gracia del señor Bill Gates. Paralelamente la casa Intel sacaba sus microprocesadores Pentium que daban más vida a las computadoras.
Tres años después aparecía Windows 98 y también recuerdo (aunque no comento) el anuncio de la tele que lo promocionaba. Luego vendrían Windows 2000 y finalmente el XP, todos ellos con sus versiones según necesidades, y con ellos los Microprocesadores Pentium 2, 3 y 4, sin desprecio de otras marcas que no lograron hacerse tan populares como AMD.
El sistema operativo, como su nombre indica, es el programa que el ordenador necesita para funcionar, para que con él podamos hacer cosas, muchísimas cosas y el nuevo Windows Vista promete abundar en las características que hicieron tan popular el primer sistema de ventanas: será más seguro contra ataques externos, será más sencillo de manejar, permitirá que nos conectemos mejor a las redes y será más entretenido.
También las máquinas tendrán que ponerse al día pues para obtener el mejor rendimiento de la versión Home Premium, la más interesante para el gran público, nuestro ordenador deberá tener una memoria RAM (con la que trabaja en sus procesos la máquina) de al menos 1 Giga y nuestra tarjeta gráfica no menos de 128 Megas.
De momento muchos seguiremos con nuestro XP hasta que Don Mercado llame un día a nuestra puerta y nos coloque un equipo completo nuevo, como el que ya tiene nuestro vecino.