Uno de los rasgos más admirables en el personaje de Jim Hawkins es su valentía. En la época de Stevenson, y también después, el valor parecía algo asociado a hombres armados hasta los dientes decididos a sacarle las tripas a algún enemigo, y tanto más improbable se suponía el éxito frete a un reto, tanto más valor se atribuía al temerario héroe de la situación.
Pero ahora el valiente es un muchacho que no ha disparado jamás un arma. En ocasiones reconoce su temor pero no por eso deja de hacer lo que debe y va cumpliendo con las tareas que se le encomiendan, tanto como con las que le dicta su criterio para que la aventura llegue a buen término.
Stevenson deja ver muy bien cómo los adultos del relato tachan de insensatas algunas de sus decisiones mientras narra, desde el pensamiento de Jim, sus actos de extrema responsabilidad asumida.
Se trata sin duda de una gran lección para la educación de jóvenes y mayores: ¡sé valiente!, ¡atrévete a hacer en cada momento de tu vida eso que tienes que hacer!